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Misiones

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Difundir la alegría del Evangelio...

Celina Castro
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La misión asuncionista de este año se realizó en dos Estados Puebla y Veracruz. El lema de nuetra misión fue: “Que todos sean uno, para que el mundo crea”. Por mi parte, misioné en el grupo de Puebla, precisamente en la comunidad de Calmeca, Estado de Puebla, que pertenece a la parroquia de Santo Tomás de Aquino, municipio de Tlapanalá. Formamos cuatro equipos: 1. Calmeca (José Alberto, Celina Castro, Sébastien Bangandu, Evelin Copado y Luis Alfredo); 2. Coatepec (Rafael Huerta, Abigail, Mauricio y Sayra); 3. Santo Domingo Ayotlicha (David y Brandon); 4. Tepetzingo (Maru Copado, Denisse, Rodrigo,Yesenia y Yenifer).

 

Llegamos el domingo de Ramos a la comunidad de Calmeca para encontrarnos con un pueblo con una fe viva, ferviente y muy arraigada en sus costumbres y tradiciones. Trabajamos arduamente, pero siempre acompañados por todos los grupos: Jóvenes, Movimiento familiar cristiano, Catequesis familiar, Liturgia de adultos, Colegio Bíblico Adultos, Monaguillos, etc, obteniendo muchos frutos como respuesta. Ha sido una experiencia tan única.

 

Iniciando nuestros días con los rosarios de Aurora, a las 5 am donde iban por nosotras (Evelin y yo) para llevarnos a las capillas para iniciar con el rosario en donde ya estaban algunos vecinos con sus rosarios y candelas esperándolos. En algunas capillas hasta café y pan se nos daban antes de salir, siempre con su gesto de amabilidad y para mí una gran emoción ver a las familias completas desde el esposo, la esposa los niños chicos y los abuelitos todos al rosario para ir en preces y juntarnos en la iglesia para concluir con la letanía ahí.

 

Se logró cubrir en los tres días lunes martes y miércoles las capillas de San Lucas, San Miguel, San Mateo, San Antonio, La Nopalera, San Marcos y el Centro. Sin dejar de mencionar los preciosos amaneceres con esa luna esplendorosa que nos alumbraba por las calles, recorriendo los ave marías, para luego ir a las casas donde nos ofrecerían los alimentos ese día.

 

Luego continuábamos con nuestra actividad del visiteo de 10 am a 1:30 más o menos, en donde siempre nos acompañaron los jóvenes y algunos adultos quienes conocían bien las colonias y situaciones específicas. Mientras padre Sebastián visitaba enfermos para confesarlos, ungirlos y llevarlos la comunión.

 

Regresábamos a la capilla para dar seguimiento por las tardes, especialmente para las actividades de las 4 pm con los niños quienes participaron activamente. Llegaban alrededor de 200 a 250 niños por día. No hubiéramos podido trabajar con estos pequeñitos sin el apoyo de las bellas catequistas ya que solo estábamos misionando Eve y su servidora Celi. Ese trabajo en equipo me deja una gran alegría de ver el amor por su comunidad y por sus niños. Gracias chicas y chicos!

 

Iniciando enseguida a las 5 pm para trabajar con el grupo de jóvenes, quienes también se hicieron partícipes de reconocimiento por su integración de trabajo en equipo. Un día se les pidió que respondieran, ¿qué les atraía de la vida de Jesús? Y se obtuvieron respuestas como: Su servicio, su amor, su entrega. El que fue un guerrero en la fe. El que amó hasta morir.

 

Y la otra pregunta fue: ¿Qué te hace feliz? Dijeron: Mi familia; poder estudiar; poder participar de esta Semana Santa. Y luego se les pidió que por equipos hicieran una letra de canción de sus respuestas y las cantarán como Rap. Y fue muy emotivo. ¡Por supuesto de 8 equipos salieron 3 equipos ganadores!

 

Y a las 6 pm se trabajaba con los adultos sobre la Unidad y Fraternidad, con el sentido de ser siempre más una iglesia viva que un templo. Considero que ellos ya traen una formación basándose en la Biblia y son un grupo activo. Y el hermano José Alberto hizo un buen trabajo con este grupo.

Obvio los días principales como fue el jueves santo con la misa de la última cena fue muy emotiva y muy concurrida llegando cerca de 700 feligreses.

 

Y qué decir de nuestro viernes santo donde se inició a las 8 am con el viacrucis contando con mucha participación. A las 3 pm los oficios donde también hubo mucha participación. Teniendo una hermosa misa de la muerte y resurrección de cristo en la vigilia pascual, dónde el grupo de jóvenes adornó el altar tan hermoso. Y se esmeró en ir bajando una cortina durante el canto del gloria para representar la resurrección de Jesucristo. Esto fue increíble. Bravo 👌🏻 chicos!

 

Y bueno nuestra misa de domingo de la pascua del Señor para ser el cierre y conclusión de nuestra semana de misiones estuvo muy bonita con mariachi de acompañamiento y muy organizado. Vi una hora de despedida con muchas fotos y padre Sebastián bendiciendo a niños y mayores empapados en su fe que de solo recibir esa bendición su situación mejorará y sugiero ¡así será!

 

No quiero dejar de agradecer al padre Enrique que nos permitió misionar en su parroquia, a las familias que nos alojaron en sus hogares dándonos cobijo y refugio a nuestros días de trabajo como misioneros de la vida de Jesús. A la señora Julia y su esposo señor Florentino donde nos quedamos Evelin yo. A la hermana Margarita Hidalgo quien alojó al padre Sebastián, hermano José Alberto y Luis Alfredo.

 

Un agradecimiento muy especial a don Aniceto Cabrera (Cheto) por su gran labor de contribuir en los traslados al padre Sebastián y algunos de los misioneros para las misas y servicios de las comunidades de Calmecac a Coatepec y a Tepexco y viceversa de aquí a haya. 

 

Los 8 días, del domingo de Ramos al domingo de Pascua fueron una gran labor. Y gracias a todas las familias: Lorenzo Pineda; Adelfo Hidalgo y Alejandra Aguilar; Ismael Beltrán y Petra Cázares; Martín Guerra y Elia Benitez, Julia Florentino y Obdulio Trevino; Silvia Pena y Roberto Mejía, Maribel Aguilar y Severiano Trevino; Susana Hidalgo; Bernadino Pena; Benita Barranco; Mayordomos Dionisia Martinez y Genovevo Acateco, así como tantas otras que con gran generosidad nos abrieron las puertas de sus casas y nos ofrecieron los alimentos… que recordaré por siempre.

Celina Castro    

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La subida al cerro del Cubilete, una profunda experiencia de encuentro

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Este sábado 27 de enero tuvimos la oportunidad de vivir en comunidad el encuentro nacional de jóvenes para ir al Cubilete, a visitar a nuestro Cristo Rey. El emprender este trayecto sin duda comienza en el corazón.

 

Estoy convencida que estas experiencias son conducidas por el Espíritu Santo, son alentadas e infundidas por un deseo inexplicable por hacer locuras, locuras que solo le pertenecen a Él. La experiencia comienza a veces con temor, con duda de si se logrará y es por esto por lo que Cristo nos invita a vivirla en comunidad.

 

Es hermoso pensar en el significado de Cristo Rey, en lo que significa para nuestra iglesia, en el cómo nos identifica como cristianos y nos otorga identidad y dignidad, al sabernos hijos suyos. Es también sumamente significativo en el sentido de pertenecer a esta bellísima nación, el ser mexicano, lo que el Rey significa para este pueblo y su historia al levantarse y hacer lío en su nombre.

 

Este año caminábamos juntos pidiendo participación ciudadana y exigiendo libertad religiosa. Juntos reunidos hacia el exigir la libertad de ser y pertenecer, de que todo ser humano es digno y eso debe respetarse desde el inicio de la vida. Pero, sobre todo, encomendando esto desde la fe y dejándolo en las manos de la Reina y Madre de este mundo, la que sostiene los corazones de sus hijos, la que sin medida siempre dice sí y emprende el trayecto con gusto.

 

Después, caminar horas, creer que ya no se tiene otro aliento más y escuchar las voces, las risas, los ánimos, las palabras de aliento en el hermano, incluso en aquel al que no conocemos. Estas locuras de amor, de risas, son las locuras de ser cristiano, de amar genuinamente y amar sin medida al prójimo.

 

Una profunda experiencia de encuentro, de espera de aquellos que lo organizaban y de peregrinación de tantos hacia la llegada con el Rey de reyes y su Iglesia. Fue un encuentro entre personas de todas partes del país, con diferentes historias, caminando hacia Él, alabándolo a una sola voz, teniendo conversaciones que alientan el corazón e inspiran la vida, orando con un solo corazón, como genuinos hermanos en Cristo.

 

Este fin de semana fue un recuerdo, una sacudida a la vida, a la rutina, una estremecida profunda hacia transformarse. Un recuerdo de que no son las horas, no son los pasos, es la mirada, puesta fija y determinadamente en el cielo. El caminar a la cima ofreciéndolo, el poseer ese valioso tiempo de estar, reflexionar y dialogar en el camino con el Señor.

 

Finalmente, el llegar a la cima, ver la alegría, los suspiros, en algunos incluso las lágrimas y cuestionarse no solo el cómo llegar, sino el cómo permanecer. Fueron momentos donde entre tantos, puedes encontrarte y encontrarlo, sabiendo que te invita a permanecer en Él, caminar de su mano y convertir tu vida en su reflejo, en el esplendor y la libertad que viene de una vida entregada.

Isabel Tello

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Verano 2023, una gran misión  :  Puebla

Después de nuestra estancia en Pachuca tomamos el Autobús para Puebla, fue un viaje casi de tres horas solo con una mochila y nuestras ganas de seguir compartiendo la fe con los demás.

 

En esta ocasión estuvimos una semana en Calmécac, un pueblo del Municipio de Tepexco, Puebla. Fue una semana especial porque estuvimos en el pueblo natal de nuestro hermano José Alberto, ahí el Párroco nos recibió con mucho gusto y estuvimos visitando algunas capillas de pueblos que pertenecen a la parroquia. De hecho, visitábamos un pueblo por día. El objetivo era saludar a los jóvenes y presentar a la congregación, sin embargo, fueron surgiendo otras actividades en el transcurso de la semana, pues los grupos también querían alguna plática o encuentro.

 

Por la mañana salíamos para un pueblo diferente cada día y regresábamos por la tarde. Tuvimos la oportunidad de compartir con el Movimiento Familiar Cristiano y otros grupos. La gente es muy acogedora y nunca falto quien nos ofreciera un vaso de agua o a veces un refresco, ya que en esos días la ola de calor azotó a toda esa región. Algunos se enfermaban y otros vivían con la preocupación porque no había llovido.

 

La mayoría de las personas se dedican al cultivo de cacahuate, cebolla y algunos otros alimentos, pero como no había llovido no podían iniciar la siembra de este año. Esta situación me hizo recordar la confianza en Dios que muchas veces puedo perder. Recuerdo a algunas familias decir: —“no ha llovido y nos preocupa, pero confiamos plenamente en que Dios nos enviará la lluvia en el momento adecuado, siempre lo hace, él nunca nos deja solos”.

 

Esas palabras me hicieron pensar en todas las ocasiones en las que perdemos la confianza en Dios, nos preocupan mucho los problemas y nos afligen porque pensamos que la solución solo está en nuestras manos y nos volvemos arrogantes sintiéndonos “todopoderosos”. Pero también hay que confiar en Dios, es un signo de fe. Y junto con la confianza viene el agradecimiento; esta gente al final de la cosecha se reúne en la iglesia para dar gracias a Dios por todo lo que han cosechado ese año.

 

Es una maravilla pensar en el amor con el que se hacen las cosas y confiar en Dios, y sobre todo darle gracias por la vida misma. La siembra es un trabajo que beneficia a muchos, por eso las personas se ayudan entre ellas, quien siembra maíz lo intercambia por cacahuate, quien siembra sorgo lo comparte con el que tiene vacas. Me parece que esta es otra forma de manifestar la unidad entre los hermanos y que también es un signo del Reino de Dios en nuestra realidad.

 

Al final de la semana de igual forma tuvimos un encuentro con los jóvenes de la parroquia. Se reunieron alrededor de setenta jóvenes y de entre ellos decidieron formar el grupo de pastoral juvenil ya que aún no había una PJ en la parroquia. Los matrimonios del Movimiento Familiar Cristianos nos apoyaron en todo momento y ellos continúan la misión con los jóvenes. Ese día del encuentro compartimos acerca de la vocación e hicimos un panel vocacional donde varios jóvenes preguntaron a cerca de los diferentes estilos de vida.

 

Quisiera compartir también que esta fue la primera misión que hacemos juntos los Agustinos de la Asunción y las Orantes de la Asunción en México, pues nuestra hermana Hermelinda, Orante de la Asunción nos acompañó durante la semana y estuvimos muy contentos de compartir la vida y la misión con nuestra hermana. Creo que esto fortaleció mucha la relación que tenemos con toda la familia de la Asunción en México.

 

Después de esta semana hicimos una pausa para ir al encuentro de religiosos de la región, pero la misión no termina aquí, continuará…

Hno Rafael Huerta Ramos, a.a.

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Verano 2023, una gran misión  :  Hidalgo

En la mañana que salimos de la comunidad de la Ciudad de México para Hidalgo sabíamos que estábamos emprendiendo una misión un poco larga, llena de aventuras y aprendizajes. Y así fue.

 

El 10 de junio llegamos a Hidalgo, estuvimos una semana en la parroquia del Señor de la Misericordia en Villas de Pachuca. Fue una experiencia inolvidable, pues compartimos la vida y la alegría de la misión con las personas de la Parroquia. Cada día nos reuníamos con un grupo diferente, con catequistas, ministros, matrimonios, coros y con la pastoral social.

 

Compartimos principalmente temas sobre quienes somos los Agustinos de la Asunción, sobre el Reino de Dios y nuestra misión apostólica en el mundo. En ocasiones el tema estaba relacionado con el trabajo pastoral de cada grupo, por ejemplo, la vivencia del Reino de Dios a través de la catequesis.

 

Creo que la misión en Pachuca estuvo marcada por la colaboración con las integrantes de la pastoral social. Durante algunos días nos levantábamos temprano para ayudar en la cocina, ya que se debe cocinar para más de doscientas personas.

 

Nuestra ayuda consistía en picar verdura, pelar chícharos y picar ajos y cebollas que a veces hasta nos hacían llorar, pero estábamos contentos de participar en la labor de toda la parroquia. Este grupo se creó a consecuencia de la pandemia, pues muchas familias no podían comprar alimentos.

 

Un día, mientras yo servía las porciones de comida para cada familia que llegaba a la parroquia hubo un caso que me llamó la atención de una mujer que vino a pedir una donación, pero la comida solo completaba los pedidos ya hechos, sin embargo, alguien que estaba por ahí les dijo a las demás: “ya no hay donaciones pero denle comida, no podemos dejarlos sin comer”.

 

Esas palabras todavía me hacen un nudo en la garganta porque hoy más que nunca necesitamos pensar en el otro. Y me parece que ese es un signo del Reino de Dios, no dejar a nuestros hermanos sin comer, no dejar que mueran de hambre ni mucho menos hacernos indiferentes ante sus necesidades.

 

Muchas veces dentro de las parroquias crece la burocracia llenando de requisitos a los pobres, pues en este caso era fácil decir que ya no había comida, que los pedidos ya estaban completos, sin embargo, ante cualquier requisito sobresale la caridad. ¡Ese es el Reino! Cuando de manera espontánea le hacemos caso al Espíritu en nuestro interior para levantar la voz y decir ¡No dejen a mi hermano sin comida!

 

Conforme fueron pasando los días fuimos conociendo mejor a las personas, pero nuestro objetivo era el encuentro juvenil para presentar a la Congregación. Finalmente, el día sábado se reunieron alrededor de cuarenta jóvenes y adolescentes de la parroquia.

 

Compartimos algunos temas sobre la felicidad, la vocación y la vida religiosa. Después compartimos los alimentos y disfrutamos de una nieve que nos ofrecieron las hermanas religiosas. Esta fue la primera semana de una larga misión, después de Hidalgo nos fuimos directamente a Puebla.

Hno Rafael Huerta Ramos, a.a.

Encarnar el Evangelio

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Entonces, Jesús los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos y les dijo: “No lleven nada para el camino…” (Lc 9, 2).

La misión al estilo de la Asunción fue una de mis motivaciones para entrar a la congregación, siempre ha sido un momento de compartir lo que soy con los demás. Durante esta semana santa estuve en Tepetlapa, un pueblo del municipio de Atenango del Río, Guerrero.

 

Es un pueblo pequeño que se dedica principalmente a la agricultura. De esta experiencia rescato tres enseñanzas: compartir lo que somos, ser sencillos y asumir nuestra realidad con alegría.

Es interesante que durante esta misión hablé más de la siembra y el cuidado de animales de campo que de cualquier otra cosa. El pueblo me enseñó a compartir lo que sé, es una manera de encarnar el Evangelio y compartir la vida en el amor.

Por otra parte, el pueblo me ayudó a vivir una semana santa de manera sencilla, pero con mucho sentido. Yo mismo me pregunté ¿qué más le puedo enseñar a una comunidad que comparte los alimentos, viven cuidándose unos a otros, que se conocen, se respetan, creen en Dios y colaboran entre ellos? Esa es la vivencia real del evangelio.

A veces en los grandes templos nos distraemos mucho en realizar extravagancias y grandes adornos, pero en la noche del jueves santo, solo bastó una mesita, plantas y velas para tener una velada de encuentro íntimo y autentico con Cristo.

El pueblo asume su realidad, no hay ambición, no quieren grandes casas ni millones de pesos, ellos reconocen su riqueza en lo que Dios les ha dado en el campo. Cualquier otra persona en la ciudad diría que ese es un pensamiento conformista o mediocre, pero muchas veces somos ambiciosos sin saberlo, aspiramos a grandes riquezas sin reconocer nuestra esencia. El pueblo de Tepetlapa me enseñó que no necesitamos demasiado para ser felices en la vida.

Finalmente, en esta misión aprendí lo que dice el evangelio, ir a proclamar el reino sin ningún apego, sin llevar arrastrando nada en el camino. Lo único que necesitamos para compartir la vida está en el corazón y en la mente.

                                                                     Rafael Huerta Ramos, a.a.

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¡Qué hermosa fue nuestra primera misión!

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Nuestra Parroquia, San Andrés Apóstol, ubicada en la parte sur de la ciudad de México, nos invitó a participar como misioneros en comunidades que atienden la parroquia de Santiago Apóstol, en el municipio de Tlilapan, Estado de Veracruz, durante los días que duró la Semana Santa y haciendo caso al llamado de nuestro Señor Jesucristo aceptamos mi familia y yo a cumplir el mismo y hacer el viaje.

Como primera vez en todo lo que hace cualquier persona, el nerviosismo a enfrentarse a algo nuevo se hizo presente al salir a tocar la puerta de los habitantes de San Andrés Tenejapan, para invitar a los jóvenes a participar en el Retiro Juvenil organizado por los misioneros asuncionistas para el día Sábado de Gloria y invitarlos a hacer oración junto con nosotros en su hogar simplemente para agradecer y pedir bendiciones a Dios.

Este acto de tocar a la puerta de las familias y que te abran, nos lleno de esperanza y confianza en las personas, en que vale la pena pasar el mensaje y vivir el amor que nos regala Jesús.

Otra cosa que nos gustó de la misión fue la de haber conocido las comunidades de Petlacala, Encino Grande, Teopancahualco y Quiñatla y haberlas acompañado en su celebración de la Semana Santa, conociendo sus tradiciones y forma de celebrarla.

Unos detalles que puedo compartir con ustedes es que el Jueves Santo recrean la colocación de la mesa de la última cena y escogen a hombres de la comunidad para representar a los apóstoles durante la celebración de la Misa, en otras solo se presentan en la Celebración de la misa a los jóvenes que fueron escogidos para representar a los apóstoles.

El Viernes Santo la colocan en el pasillo central hojas de un árbol llamado axogopac que llena de un aroma dulce las capillas como si estuvieran purificando su interior o al menos así yo lo interpretaría.

Cabe mencionar que la mayoría de la gente es bilingüe pues habla náhuatl y español y eso nos causó más entusiasmo por conocerlos y convivir con ellos.

Quedamos muy agradecidos con las personas que nos abrieron las puertas de su casa en estas comunidades y nos aceptaron una oración y con todos los Padres de la Parroquia de Santiago Apóstol que nos brindaron hospedaje y alimento, esperando volver pronto en esta misión que nos puso Dios.

                                                                                Familia Reséndiz Cáceres

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Misión de Verano 2019 en Omiquila - Veracruz

El pasado 13 de julio hasta el 28 del mismo,  la comunidad  Asuncionista de la parroquia Emperatriz de América realizo la misión de verano en la Parroquia Santiago Apóstol en Tlilapan, Veracruz, especialmente en las comunidades de Omiquila, Encino grande, Quiñatla, Tzoncolco y Teopancahualco.

 

En esta misión se tuvo como objetivo principal, volver a los orígenes del anuncio evangélico por medio de las catequesis del kerigma, que como bien sabemos debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. (EG 164).

La misión consistió, por las mañanas, visitar casa por casa, meditando la palabra de Dios y conviviendo con las  familias escuchando su vivencia en la fe y su realidad que enfrentan diariamente en la sociedad. Por las mañana también se impartía la catequesis con los niños de las comunidades en donde además de cantos, juegos y dinámicas se les impartía la catequesis a los niños.

Por la tarde se atendió a los jóvenes y adultos, los cuales mostraron interés, alegría y sobre todo un buen trabajo de conciencia acerca de la vivencia de un buen cristiano hoy, y del compromiso que deben tener, haciendo presente el reino de Dios aquí en la tierra.

Esta experiencia, significo para cada uno de nosotros los asuncionistas un volver a recordar la importancia de este primer anuncio, en el cual se vuelve a redescubrir el significado tan importante del volver a los orígenes de nuestra fe.

 

Regresamos muy contentos y agradecidos con Dios, por esta experiencia de misión en donde alimentamos y fortalecimos nuestra fe, en el compartir con el pueblo de Dios la vivencia de ser cristianos y del compromiso que tenemos del anuncio de la Palabra de Dios, no solo en la predica sino también en la vivencia del compartir, en donde vemos a Jesucristo, María y la Iglesia como un triple amor de cuidado y de presencia de Dios entre nosotros.

 

                                                                                                     Jenaro Pulido Rivera 

Quien no vive para servir, no sirve para vivir !

Quise empezar con esta frase del papa Francisco ya que ha cambiado la vida de muchos jóvenes cuando estos se preguntan ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Por quién? Ya que vivimos en un mundo en el cual nos olvidamos de los demás, nos encerramos en nosotros mismos y perdemos el sentido de la vida y el servir a los demás.

Cuando un joven vive la misión todo empieza a ser más claro en su corazón y en su mente y empieza a encontrar respuestas a estas preguntas: ¿Para qué estudiar? ¿Para qué graduarse? ¿Para qué existir? Es ahí donde el joven debe entender que la verdadera felicidad se encuentra en la entrega pura, desinteresada, y entera al prójimo.

 

Se da cuenta que no sirve de nada tener un título profesional o contar con salud si estos no son puestos al servicio de los demás. Conforme va viviendo la misión encuentra que Dios es tan grande, y que su amor es inmenso.

 

En medio de tantos sufrimientos, Dios le pregunta al misionero: ¿Por qué no haces algo? ¿Por qué no los consuelas?  ¿Por qué no te entregas? Es ahí donde comprende el misionero que Dios no elige el mal para las personas y que si este misionero es testigo de la carencia y dolor ajeno, es el responsable de actuar, de poner su grano de arena, de entregar el corazón y la vida por cada uno de ellos que sin conocernos nos abren las puertas de sus casas por que ven en el misionero un consuelo y esperan encontrar en él una palabra de aliento.

 

Y así el misionero encuentra respuesta a su última pregunta: ¿Para quién? Y se da cuenta que es para cada alma que Dios pone en su camino, desde el chofer del autobús, un enfermo, hasta nuestro compañero de misión.

 

Al vivir la experiencia de misión cualquiera pensaría que llegas a la comunidad con las manos llenas y regresas a casa con ellas vacías porque ya lo diste todo en el campo de misión. Pero es todo lo contrario porque regresas a casa con las manos y el corazón desbordantes de sonrisas, testimonios... Y esta es la alegría del evangelio de la que nos habla el Papa Francisco.

 

La misión se vive con armonía, con la entrega desinteresada de cada una de las personas, la gratitud de los beneficiados y el amor que se respira en cada rincón. Esto nos deja claro que es Dios quien actúa en cada uno de los misioneros. La misión nos abre los ojos a la realidad, nos sensibiliza el corazón y nos volvemos uno más de ellos. Me despido con esta frase: «Quien diría que los que menos tienen son los que más te darán».

 

Lionel 

Fraternidad Asuncionista

Carta a los jóvenes Misioneros Asuncionistas

Les escribo para agradecerles su misión por el Reino de Dios. Cuando el corazón de un joven es tocado por el amor de Dios comienza la extraordinaria aventura de seguir a Jesús como un verdadero discípulo que se alimenta de su Palabra para proclamar con su vida que vale la pena ser un misionero asuncionista.

 

Anunciar el Reino de Dios no es simplemente dar un tema, visitar casas, tener encuentros con niños, jóvenes, adultos y cumplir con las tareas asignadas; sino más bien hacer todas las actividades con amor, saber escuchar los sufrimientos de las personas, valorar las cosas sencillas, aprender de los errores con humildad y sobre todo tener pasión sin límites por Jesucristo.

 

Los jóvenes misioneros asuncionistas son viajeros del tiempo de Dios. Van a aprender de la gente sencilla, compartir sus experiencias con alegría, dar amor a quien lo necesita, tocar almas para lograr su libertad, transformasen en amigos de todos y sobre todo partir sin apegos hacia una nueva aventura o misión asuncionista.

 

Los jóvenes misioneros asuncionistas son sembradores del Reino porque con su testimonio de vida siembran semillas de amor, fe y esperanza para iniciar procesos de conversión que sólo llegarán a su cosecha o plenitud en el tiempo de Dios.

 

Me despido felicitándolos por tan sublime misión y tengan la seguridad que no hay mayor logro en este mundo que estar escritos en el libro de la vida del Cordero quien murió en una cruz por cumplir con amor la misión de su Padre. Bienaventurados los que trabajan por la extensión de los Reinos de los Cielos porque ellos contemplaran la grandeza del Cordero en sus vidas.

 

Atentamente, 

 

                                             Hno Hugo Fernando Morales Ballestero, a.a.

Experiencia apostólica del hermano Daniele en la parroquia

Santiago Apóstol de Tlilapan

Returning from Mexico has been like waking up from a dream that one wishes would never end. The challenge for me, now, is how to live from the graces I received during those two marvelous months. How did this experience become so impactful for me? I come back to that virtue that has always been a guiding light in my camino: trust.

 

I first experienced the joy and freedom of trusting in the Lord when I studied in Urbino, Italy, during my third year at Assumption College. In that handing over my plans, my desires, to God then, I began to see myself as His beloved son. He brought people into my life who freely rejoiced in my gifts and talents, who showed me that I did have something good to give to the world. This experience gave rise to a deep and enduring joy.

 

Mexico, for me, then became another experience of trust, since entering the Assumptionists, I've had a great desire in my heart to make a real difference in people's lives by leading them to truth and life in Jesus Christ as a religious priest. But I have also questioned, ''Does God want me to be a religious priest? Can He really use this young man, or is this only temporary?'' Was Assumptionist religious life and priesthood really my vocation, or was it just a mirage?

 

As I stepped off the plane in Mexico City, I made a vow to the Lord that I would give myself completely to this experience, to whatever His will had in store for me. And from the first day, this trust bore great spiritual fruit. I especially want to thank Padre Oswaldo for assigning me to be the pastor of San Andres-Tenejapan. With this assignment, Padre Oswaldo sent me out on to deep waters, as Jesus called Peter to follow Him in the storm in the Gospel of Matthew. I don’t think Padre Oswaldo knew how I respond to such a summons, but I thank him deeply for having faith in me.

 

His trust was the seed that lead to a great flourishing of trust in my own walk with Christ. I realized that whatever challenge He would call me to in my life, as long as I kept my eyes fixed on His love and mercy, I could walk over deep waters, as Peter did. It was when Peter looked at himself and his surroundings that he began to sink into the sea. Fixating on his own weakness and limitations kept him from trusting Jesus, and this is a common theme in my own life.

 

My life as an Assumptionist religious and priest must be one of trust in Jesus, at every moment. I marveled at how readily our brothers and sisters at San Andres embraced me as one of their own, how they were more than willing to see me as their “padrecito.” My homilies were certainly not remarkable, and I stumbled over words at times during the services, but that did not seem to matter to the faithful I met in San Andres and on mission in Cañada Blanca. They believed that God was working through me, and that was enough for them to have faith in me.

 

This taught me a great lesson: in religious life and priesthood, we are called to be God’s instruments. The words we say during celebrations are not our own words, but God’s words. We must be willing to be His instruments and to see ourselves as such. Everything we are, everything we do, is meant to be a reflection of God’s glory. Pride, that insisting on putting our own feelings, thoughts, and desires first, can suffocate this kind of life.

 

St. Ireneus of Lyon said it best: “The glory of God is the human person fully alive.” My time in Mexico was an experience of feeling fully alive, and I knew that God rejoiced in that life with me. The fruits of ministry were proof that God does indeed want me to be an Assumptionist religious and priest.

 

Furthermore, he wants me to nurture and live from those seeds of enthusiasm and joy that He planted in Urbino. While He still calls me to conversion every day, He doesn’t want me to change into a completely different person. I want to thank all of the people that I met who affirmed this for me every day. I go forward in my camino sustained by the love that God has shown me through all of you. 

 

                                                                                 Bro Daniele Caglioni, a.a.

Discerning the body

The flight to Mexico City from Boston is a short four and a half hours. Despite all of our modern marvels, somehow it still astounds me that one can wake up in his own bed and be transported to a whole new world by dinnertime.

 

Despite the slight shortness of breath I experienced on that first day as a result of the city’s impressive altitude, I immediately felt at home in our community at Parroquia Emperatriz. Though suffused with the distinct flavors of the region, the essence of our common Assumption charism was palpable, enabling a quick and seamless transition. What a joy it is to experience firsthand the embodiment of Father d’Alzon’s intention that, as Assumptionists, we be “simply catholic, but as Catholic as it is possible to be,” in all of its unified diversity.

 

Having spent a week in CDMX, I was ferried to our fledgling community at Parroquia de Santiago Apóstol in T’lilapan, Veracruz, passing along the way the imposing Pico de Orizaba, which makes even the most imposing mountains of New England appear rather tame.

 

Shortly after my arrival, the scope of the mission became increasingly clear as I accompanied Father Oswaldo to five remote chapels (one-third of the total in our care) where he celebrated Mass for the far-flung faithful. It was very encouraging to see these remote outposts of Mother Church so vibrant and thriving! It seemed evident that the Mass was not simply a mundane task relegated to the periphery of the peoples’ lives, but was the very center around which their lives revolved. 

 

In addition to teaching English classes in nearby Jalapilla, one of the duties allotted to Brother Daniele – my traveling companion and confrère – and I, was the daily [Celebración de la Palabra]. While this seemed a rather daunting obligation at first, especially given my limited grasp of the language, I quickly grew very fond of this solemn assignment and of the community that I was honored to serve at Capilla de San José.

 

Towards the end of our time in Veracruz, Daniele and I joined 60 volunteers in la misión Asuncionista, a two-week [campaign] whose [objetivo fundamental es la extension del Reino de Dios,] in particular among the poor.  

 

It is in such endeavors that our contemplation and action are united, giving flesh to Saint Paul’s mandate that we be “servants of one another through love.” We are called not simply to recognize the joys and sufferings of our neighbor, but to enter into and share them as if they were our own, with a readiness to be evangelized in the process. Just as we are urged to “discern the Body” when receiving the Holy Eucharist, so too should we be keenly aware of Christ present in our neighbor.

 

Heaven is not simply a place we hope to get to one day. Rather, we are meant to live the life of heaven here and now, to bring God’s Kingdom to bear on all we do and say. During my time in Mexico, far removed from the routines and obligations of my “regular” life, it was admittedly easier to be “on fire” for God.

 

The challenge, I suppose, is to allow this summit experience to permeate my daily life; to descend the mountain following the Transfiguration and be fundamentally transformed. Like the apostles on the mount, there is an all-too-human desire to “erect tents” in the hopes of framing and preserving these moments of heightened awareness.

 

However, we are constantly inundated with God’s glory. It is for us to develop our spiritual senses that we may readily perceive His presence in our midst as we advance toward him by degrees, scaling the heights of virtue.

 

                                                                     Hno Brian Verzella, a.a.

Brindar a los jovenes un espacio para compartir sus experiencias

La Misión Juvenil Asuncionista, busca brindar a los jóvenes un espacio en el que puedan compartir su fe con algunas comunidades, y en la que a su vez experimenten una fuerte vivencia de la Vida de Jesús de Nazaret, su compromiso con el reino hasta sus últimas consecuencias, su Muerte y triunfo sobre la muerte. 

 

Así el joven después de experimentar esta vivencia, podrá dar testimonio de Cristo vivo en sus ambientes, e integrarse al trabajo pastoral con los jóvenes en su parroquia y su comunidad.

 

Además, continuará formándose junto con otros jóvenes que se han unido ya a Fraternidad Asuncionista, en encuentros juveniles, talleres, retiros, convivencias, actividades varias, excursiones, campamentos, celebraciones, etc…

 

Esto también desde una perspectiva de discernimiento vocacional, ya que se le darán herramientas que les ayuden a tomar opciones en su vida en aras a realizarse ya sea en la vida matrimonial, religiosa o sacerdotal, o en la soltería.

 

El día 27 de enero del 2018 iniciamos el proceso de formación de los misioneros que nos apoyaran en semana santa, con un taller titulado “el liderazgo cristiano”, que impartieron los laicos de la Alianza: Bollo, Rafael y Maricarmen, en la comunidad de Tlilapan.

 

Por medio de dicho taller se brindaron herramientas para que los jóvenes misioneros asuncionistas puedan acompañar las comunidades, detectar líderes en ellas, y crear grupos juveniles.

 

Hubo una participación de 35 jóvenes dispuestos a servir en la Misión de Semana Santa, que unidos a otros chicos que van por primera vez, acompañaran a las comunidades en la vivencia de la Pascua.

 

Finalmente se llevó a cabo la Misión, con la participación de 104 jóvenes, distribuidos en 4 parroquias: Cuichapa, Amatlán, Necoxtla y San Juan del Río. Enhorabuena por estos jóvenes dispuestos a servir.

 

                                                                        Hno. Marciano Lopez Solis, a.a.

La misión de verano 2016 en San Nicolas de Bari,

una exitosa experiencia

En verano 2016, participé en una misión maravillosa en la región de Veracruz, al sur de la República Mexicana con un grupo de jóvenes aspirantes de Casa Manuel, así como algunos voluntarios. Salimos el sábado 9 de julio a las 6:55 a.m., con Don Emilio al volante del autobús. Sin contar a Don Emilio, nuestro chófer, éramos justo doce misioneros: Joseph Mahamba, Marciano López Solís, Jesús Tlecuile Mixteco, Salvador, Gregoria, Carmelita, Hugo Morales Ballesteros, Domingo Sandoval, Liliana Morales, Omar, Juan Manuel y Sebastián Bangandu.

 

El viaje se llevó a cabo dentro de un ambiente muy alegre y con toda tranquilidad. A las 12:35 p.m., llegamos a la parroquia San Egidio Labrador de Cuichapa, en el Estado de Veracruz, donde nos acogió su párroco: el padre Víctor. Allí nos encontramos con otros equipos de misioneros que llegaron antes. Muy rápidamente, el padre Víctor Canchola nos condujo (“los eclesiásticos”) al salón de la curia para darnos algunas directivas a propósito de la misión.

 

Luego nos dirigimos hacia el refectorio para tomar un refrigerio. Mientras tanto, los misioneros, incluidas mis compañeras de misión, estaban siendo entregados a los representantes de toda la misión; cada Comunidad recogió a sus misioneros. Arcelia Cruz y Sabina Ferrer Cuevas fueron las que vinieron por nosotros.

 

Unos minutos después fuimos a la Iglesia parroquial para celebrar la Eucaristía de envío de la Misión: una celebración eucarística viva, animada por un grupo de jóvenes: Rafael Huerta, Carmelo, Cecilio, Hilda, y con Liliana Morales en una de las guitarras. Al final de la Eucaristía, los cuatro sacerdotes, entre ellos tres Misioneros asuncionistas (Padres Joseph Mahamba, Jesús Tlecuile y Sebastián Bangandu), bendijeron e impusieron las cruces de envío a los misioneros. Una vez fuera de la Iglesia, cada grupo de Misioneros se subió en coches diferentes con destino a su sector de apostolado.

 

Nuestro grupo estaba constituido por tres misioneros: Gregoria, Liliana y yo. Teníamos a nuestro cargo la capilla de San Nicolás de Bari, una pequeña unidad habitacional encantadora, situada apenas a unos treinta minutos de Orizaba. Esta unidad habitacional se construyó a propósito de un ingenio azucarero, propiedad del Grupo ASR, que cuenta con 24 millas hectáreas de cultivo de caña de azúcar. 

 

Nos llevó el chófer de la parroquia, un caballero jovial de unos cuarenta años. Al llegar, pasamos en frente de la Capilla de San Nicolás de Bari, para que de allí nos llevaran a la casa de dona Mago, enfrente de la Escuela Primaria Emilio Bustamante, donde deberíamos vivir. Como nos quedamos lejos de la Iglesia, teníamos que caminar bastantes cuadras largas para llegar allá todos los días.

 

Después de instalarnos y en cuanto llegamos, fuimos caminando a la Capilla, donde llamaron a un número pequeño pero representativo de la comunidad, para ponernos de acuerdo en qué era lo que íbamos a hacer juntos a partir del día siguiente, domingo, porque ya estábamos ahí los Misioneros.

 

En este primer encuentro con la comunidad, fuimos recibidos, estos tres misioneros, con todo el entusiasmo y buenísima disposición que corresponde a una Comunidad dispuesta y alegre. Nos abrieron los brazos, fueron la mar de atentos y acogedores, cariñosos… Fue el momento donde nos encontramos con la Guardia del Santísimo: Teódulo Bazán Félix, Elvira Porras Montesinos, Marina Pérez, Vicky Márquez Hernández; con la representante del coro: Cristina Montero Montesinos; los jóvenes se presentaron: Axel y Ángel, Montse, Loida, … desafortunadamente, se me escapan los nombres de otros chicos que estuvieron ahí; fueron señoras grandes (de edad); fueron niños…

 

Tuvimos pues, el primer encuentro, recién llegados, luego regresamos a casa. Después de establecer el programa con la Comunidad, recorrimos de nuevo el camino hacia la capilla para la misa de la tarde del sábado. Antes de la bendición final, la señora Arcelia Cruz, asistente y miembro del consejo parroquial de Cuichapa, nos presentó a la asamblea que nos aplaudió calurosamente. La comunidad de San Nicolás de Bari nos acogió a la salida de la misa y nos reiteró la bienvenida.

 

Como sacerdote, mis días fueron especialmente dedicados a las celebraciones eucarísticas y a las confesiones, más numerosos aun, porque la parroquia, que abarca por lo menos veinte capillas, cuenta sólo con un sacerdote. A parte de las confesiones, visité a los enfermos y personas de edad, tanto en San Nicolás de Bari, como en otras dos otras capillas que estaban bajo mi responsabilidad (Loma Del Carmen y Bario de Guadalupe). También visitamos algunas familias con quienes platicamos acerca de lo que es la vida cristiana. Las comidas fueron también ocasiones que aprovechamos para catequizar las familias en dificultades. Además, impartí dos conferencias sobre las indulgencias y la misericordia.

 

Mis colegas misioneras, ellas, se ocupaban a transmitir las enseñanzas ya preparadas por el equipo de coordinación de las misiones, particularmente con los jóvenes, los adultos y los niños sobre diferentes temas bien escogidos. A finales de cada día (más o menos las 10h u 11 de la noche), teníamos que hacer una evaluación de las actividades realizadas y preparar las del día siguiente. Estuvimos siempre muy cansados al regresar a casa. A menudo me iba a dormir después de medianoche (2-3 de la mañana).

 

El viernes, 15 de julio, la señora Gabriela, directora de la Escuela Primaria Emilio Bustamante me invitó a bendecir los locales de su escuela. Esto fue el día de la Ceremonia de Clausura de clases. Varios padres de familia asistieron al evento para responder a esta cita importante para sus niños. Como la Bendición fue antes de dicha ceremonia, casi todo el mundo vino participar en ella.

 

En suma, pasamos momentos agradables y fraternales con esta Comunidad donde las mujeres juegan una gran parte en la vida de la iglesia. Puesto que la mayoría de los hombres de esta pequeña unidad han sido empleados del Ingenio, su asistencia a las actividades espirituales era débil. Los jóvenes también fueron los grandes ausentes, por el hecho de que era el tiempo de vacaciones. La mayoría de entre ellos estaban a fuera de San Nicolás. Pero fueron bien representados sin embargo por Ángel y Axel, dos jóvenes muy activos que tuvimos el placer de conocer. Algunos formaban parte de misioneros enviados a otros sectores de la Parroquia.

 

El sábado, 16 de julio de 2016, antes del regreso a México, nos reunimos en Tenejapa donde tuvimos un gran encuentro de jóvenes. El encuentro se celebró en la Iglesia Parroquial, con la participación de todos los grupos de jóvenes misioneros con cantos, bailes y compartir de experiencias de vida. Como una de las dinámicas de este Retiro de jóvenes, escuchamos el testimonio de vida de los padres Jesús Tlecuile, Joseph Mumbere Mahamba, de la señora Araceli y de Liliana Morales. 

 

Después de la audición de los testimonios, me instalé en una de las salas de la gran construcción conexa a la Iglesia Parroquial para confesar a los que lo desearan. Luego, cogimos lugar en el pequeño jardín frente a la iglesia para compartir la comida. Regresamos a San Nicolás de Bari, acompañados por un chofer muy hábil y atento.

 

Para mí, la vuelta a México fue el sábado, 16 de julio por autobús, acompañado por el hermano Domingo Sandoval. Al término de esta experiencia de misión, podemos sólo devolverle la gloria a Dios por el trabajo apostólico realizado. Mil gracias a la Fraternidad Asuncionista que nos dio la oportunidad de tener esta experiencia maravillosa; así como al padre Víctor que nos acogió en su parroquia. 

 

Gracias a la comunidad de San Nicolás de Bari por su cariño, acogida y calurosa vida. Gracias a todos los bienhechores que ayudaron a la realización de esta misión. Muchísimas gracias a Liliana Morales quién, además de ser colega de misión, corrigió y perfiló el texto de este artículo. Que Dios sigue bendiciendo a todos. ¡Nos veremos en la próxima semana santa!           

 

                                                                                       P. Sébastien Bangandu, a.a.

¡Mision Juvenil México-Oaxaca, un gran exito!

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Mi primera Pascua en México, la celebré en San Juan Coatzospam (Oaxaca), un sector de la parroquia Santa María de la Asunción, situada a 792 km al este de la Ciudad de México, hogar de los pueblos Mazateco y Mixteco. Esta región se extiende en el sureste de México, en los estados de Oaxaca, el este de Guerrero y en el sur de Puebla. Los hermanos (Asuncionistas) Germán González, Irvin Santiago, Louis Kivuya, Marciano López Solís y yo mismo formamos parte de un grupo de 102 jóvenes en total, pertenecientes a diferentes grupos de las pastorales juveniles de la Arquidiócesis de México, de Irapuato (Guanajuato), de Puebla, de San Luis Potosí y también un joven misionero venido de Colombia.

 

La organización de esta misión, así como de muchas otras actividades de este tipo es un signo elocuente que demuestra que la Iglesia mexicana se compromete, cada vez más, a la formación de una nueva generación de jóvenes, cuya visión de la vida está fundada sobre el compromiso y el servicio con los demás, siempre siendo capaces de testimoniar una nueva manera de percibir el mundo, de servir y de vivir la fraternidad.

 

En la parroquia asuncionista Emperatriz de América de México, la pastoral juvenil se enriquece con la iniciativa de “Misión Amor y Servicio (MAS)”, llevada a las regiones de Oaxaca hace apenas dos años por Alexis Vadillo, Hilda Santiago y Rodrigo Pérez entre otros jóvenes que conforman el equipo. Estos jóvenes católicos están comprometidos con su Fe tanto con la parroquia como dentro de sus otros aspectos de vida personal. El objetivo de esta iniciativa es llamar a los jóvenes a implicarse efectivamente en la obra de la evangelización, especialmente en las periferias y regiones pobres, durante la semana santa. Los jóvenes siempre responden con mucha generosidad y entrega, siempre dispuestos al servicio.

 

La pastoral que se realiza es una pastoral cercana que permite a los jóvenes misioneros palpar con sus manos las realidades particulares de cada sector y de aportar, en la medida de lo posible, su humilde contribución. En general ésta comprende escuchar a las personas, visitar a las familias, administrar los sacramentos, organizar jornadas de reflexión y jugar con los niños y jóvenes de ahí, además de otras actividades de este tipo, cuyo objetivo es la profundización de la fe cristiana.

 

 

En total se formaron 11 grupos, teniendo en cuenta el número de capillas que conforman la parroquia (una treintena) y contando cada uno con 7 a 12 misioneros. Cada uno de nosotros forma parte de uno de estos grupos destinados a un sector de esta parroquia. Nuestro grupo era de 11 misioneros: Abigail Moras, Annie Mendoza, Francisco Posada, Gabriela Burela, Isaac González, Jimena Patlán, Ricardo Lobo, Rodrigo Mijares, Sheila Méndez, Stephany Marchand y yo. Salimos de México a las 8:20 am.

 

El viaje, efervescente y lleno de este calor juvenil se efectuó en un ambiente tan alegre que uno se sentía a gusto en medio de esta juventud entusiasta y ambiciosa. A las 12:40 nos detuvimos en Puebla 20 minutos. Después de comprar algunas provisiones retomamos nuestro camino hasta Huautla de Jiménez, una pequeña ciudad municipal del estado de Oaxaca, capital de la prelatura apostólica y la última parada antes de entrar en una zona sin señal telefónica. Esta escala le permitió a cada uno tener una última conversación telefónica con sus padres, amigos o conocidos.

 

Estábamos por llegar cuando nos vimos envueltos en una capa espesa de neblina, obligando al valiente chofer a desacelerar. Este es un aspecto característico del clima de esta región Mazateca-Mixteca, siempre cubierta de neblina, con lluvias constantes, que confirma el nombre que se le da a su gente de «gente del país de la lluvia». Es una región esencialmente montañosa de un aspecto pintoresco.

 

A las 7:30 pm, al llegar a nuestro destino, Ayautla, recibimos una bienvenida calurosa. Los organizadores de la misión lograron crear una atmósfera particular en este lugar y nos hemos encontrado como en casa. El padre Victor Villalobos, párroco de Santa María de la Asunción con el equipo de catequistas estaban ahí para recibirnos. Luego comenzamos a bajar las maletas, operación que nos tomó casi 40 minutos. La atribución de un color por cada grupo hacia la tarea un poco más fácil.

 

Cada grupo fue llevado por sus catequistas hasta donde iba a estar en la semana. Nuestro grupo, con el color morado, acompañado de la catequista Claudia, tomó el camino de San Juan Coatzospam, uno de treinta sectores de la parroquia Santa María de la Asunción, donde nos quedaríamos por el resto de nuestra estancia. Nos dieron café, «tortillas gorditas» y frijoles. Después de la cena tuvimos un encuentro para enterarnos de las directivas y del programa de actividades diarias. Todo se cerró con la oración de la noche, dirigida por Annie Mendoza, Jimena Patlán e Isaac González. Dicha oración estaba compuesta por un momento de reflexión acerca de un texto del Papa Francisco sobre vivir la misericordia a través de actitudes humanas como la proximidad con los pobres, la lucha contra la violencia y las injusticias sociales.

 

Domingo de Ramos: Nuestra primera mañana amanece con neblina y ya amenaza llover. A pesar de los caprichos del clima, debíamos empezar a trabajar. En este primer día todo el equipo se dedicó a la visita de las familias del pueblo. Habíamos visitado apenas tres familias cuando nos encontramos con el señor Nicolás Robles. Este joven comerciante del pueblo nos condujo hasta su depósito de venta de maíz donde platicamos mucho acerca de Dios. Luego procedimos a bendecir su depósito. Cuando ya nos íbamos nos ofreció un té de limón caliente y muy rico.

 

Al salir, llegamos a la iglesia San Juan Coatzospam, unos minutos antes de iniciar la procesión de ramos. Es una iglesia muy antigua que data de 1750, dedicada al apóstol San Juan, muy venerado por el pueblo Mixteco a causa de sus múltiples milagros y cuya estatua gigantesca domina el lado superior de la Iglesia.

 

Con simplicidad y fervor, la gente del pueblo portó los ramos para aclamar a Jesús y celebrar el anuncio de su vitoria ya próxima. Fue un momento conmovedor, lleno de alegría y de esperanza. Muchas personas del pueblo participaron. Como lo requiere la tradición, un enorme asno de arcilla montado por Jesús sonriendo, todo chapado sobre un cuadro de madera fue transportado por cuatro fuertes jóvenes. Sin embargo, después de ese momento de euforia y júbilo, nos encontramos con el shock brutal del sufrimiento de Jesús que nos había sido recordado.

 

Al releer el relato de su pasión, encontramos sus rastros y huellas en nuestra propia carne, en el sufrimiento de los hombres de todos los tiempos. Al meditar sobre las pruebas de Cristo y la forma en que las vivió, comprendemos la profundidad de su amor y su cercanía por lo humano. Al sufrir su pasión, Cristo se revela de tal forma como uno de nosotros que nos hace sentirnos próximos a Él. Pero a la vez tan diferente, cuando consideramos todo el amor que lo mueve, la ausencia de oposición y de sentimiento de venganza, la moderación y la profunda libertad que lo caracterizan.

 

Así, si nuestras penas y dolores nos hacen participar de su suerte, falta reconocer que nos queda mucho por hacer para imitar su valor, su fortaleza, su gran paz interior, su amor incondicional. Eso fue lo esencial de mi homilía, dada en español, pero traducida al mixteco para que todos la pudieran entender. Fue la catequista Claudia que hizo la traducción con mucha destreza verbal doblada de una fidelidad increíble al mensaje transmitido.

 

Después de la celebración, nos tomamos un momento para platicar con algunas personas de las que participaron en la celebración. Luego los jóvenes misioneros comenzaron la recitación del rosario con la gente del pueblo, mientras que yo confesaba.

 

Al final del día, después de cenar, tomamos un momento para hacer un examen de consciencia, seguido de la evaluación del día. La meditación que siguió estuvo centrada en el texto de San Mateo sobre la tentación de Jesús en el desierto. Después de haber establecido el programa del día siguiente, nos retiramos para la noche.

 

El domingo de Pascua desayunamos con la familia de la pequeña Gema, después regresamos al dormitorio para hacer las maletas. Celebré la misa a las 11h00, delante de una asamblea compuesta en la mayoría por misioneros jóvenes provenientes de otros sectores de la parroquia y de gente del pueblo.

 

Estuvo una celebración muy viva, orante y llena de fervor, sobre todo porque los jóvenes tomaron a cargo la animación litúrgica y el servicio. Después de misa, fue la hora de los saludos y de las despedidas. Fue un momento de muchas emociones.

 

El viaje de regreso a México comenzó a las 12h45, animado de gritos de alegría. 15h45, nos detuvimos 45 minutos en Tuxtepec para comer algo. A las 2h10 de la madrugada llegamos a la parroquia Emperatriz de América, recibidos por un buen número de padres que venían por sus hijos.

 

Este viaje fue para mí sinónimo de encuentros bellos al descubrir este rincón perdido de Oaxaca, con su paisaje variado y salvaje, sus habitantes y sus tradiciones. El pueblo Mixteco nos dio a conocer sus magníficas tradiciones. Diré que recibimos más que dimos. Como grupo, tuvimos también muchos momentos de diversión y de conversación donde las bromas y el buen humor estaban siempre presentes.

 

¡Quedan en mi memoria Claudia y Gema! La primera, por la vivacidad de su inteligencia. En efecto, supo traducir a la lengua mixteca con facilidad mis homilías y la gente lo apreció mucho. La segunda, simplemente por el hecho de que es una “joya” de niña, de una vivacidad legendaria y de una espontaneidad increíble. Fue ella que nos recibió con su sonrisa, las dos veces que fuimos a la casa de sus papás. También aprecié la sonrisa y la gentileza de las personas enfermas a pesar de su discapacidad, siempre llenas de felicidad, de esperanza y de fe.

 

Y si hubieran estado ahí cuando nos despedimos, apuesto que no hubieran podido retener sus lágrimas. Una semana y dos días parecían años después de haber vivido tanto cariño. Tal vez, con un pequeño regalito, un poco de café, un producto artesanal, un poco de azúcar, ellos juntaban las palabras exactas para decir gracias. ¡Y muchos de nosotros lloramos!

 

Regresamos por lo tanto alegres, con una visión de las cosas muy diferente. Gracias a todos por esta semana de felicidad. Gracias por los encuentros, por esas sonrisas, esa convivencia. Gracias a todo el equipo de organización por su experiencia. Gracias a Rodrigo Mijares por la corrección de mis homilías en buen español.

 

Cansado al final del viaje, aquejado por una diarrea terrible, escribo esta bitácora de viaje con el peso del cansancio, pero sin ningún remordimiento. Porque en mí queda un recuerdo de momentos y personas inolvidables!

                                                                         P. Sébastien Bangandu Mwanza, a.a.

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